Al llegar a la sala, se percataron de que el asesino Juan Tzimiskes se había autoproclamado emperador, y le juraron lealtad. El hecho de ser con la que se ganó la liga en el Nou Camp, tiene algo que ver seguro. No vengaron a la persona, volvieron a jurar por el cargo al que protegían. ¿Solían beber y regentar burdeles? Un tanto siniestra, pero curiosa al fin y al cabo.